jueves, 17 de junio de 2021

LA HIJA DE JAIRO

 LA HIJA DE JAIRO



Edgardo Rafael Malaspina Guerra

(Del  Evangelio de Mateo)

"Mientras les decía estas cosas, un magistrado se le acercó, se prosternó y le dijo: “Mi hija acaba de morir, pero ven a poner sobre ella tu mano y revivirá”.

Cuando Jesús llegó a la casa del magistrado, vio a los flautistas, y al gentío que hacía alboroto, y dijo: “¡Retiraos! La niña no ha muerto, sino que duerme”. Y se reían de Él. Después, echada fuera la turba, entró Él, tomó la mano de la niña, y ésta se levantó. Y la noticia del hecho se difundió por toda aquella región." (9:23-26).

*Este relato me ha hecho recordar viejos tiempos escolares, allá en Las Mercedes del Llano. Estudiaba sexto grado en el Grupo Escolar Monseñor Rodríguez Álvarez. Para una escenificación teatral yo debía recitar los versos de Andrés Eloy Blanco sobre este milagro bíblico.  Varias estrofas quedaron grabadas para siempre en mi memoria de este hermoso poema:

 

 LA HIJA DE JAIRO

 

 

                    I

 

¡Yo la amaba, la amaba!... Quedó yerta;

La muerte al fin le marchitó las rosas…

Yo estaba cerca de la niña muerta,

Llorándole las manos luminosas…

 

¡Yo la amaba, la amaba!... Sus colores

eran de rosa en la mañana aquella

y el rosa huyo como al morir las flores

cuando llegó la Muerte junto a ella.

 

¡Blanca, blanca!... ¡Qué blanca se me puso!

¡Cómo se disolvió con la blancura!

Su mano completó la vestidura…

¡Cómo prolonga el algodón el huso!...

 

¡Yo la amaba, la amaba!... Voces buenas

clamaron lejos: —¡El rabí ha tornado!—

Jairo partió en su busca y a mi lado

La blanca niña era una nube apenas…,

 

Llegó el rabino. Y todos fueron mudos,

Silenció su plañir la plañidera...

Llegó el rabino de los pies desnudos,

Maduro el trigo de la cabellera...

 

¡No es muerta... duerme!... el tañedor reía…

¡No es muerta... duerme!, y Jairo sollozaba…,

y era una nube así la niña mía

y a su lado, temblando, yo la amaba…

 

—No es muerta... ¡duerme!... y le ordenó: ¡Levanta!

Y ella se alzó, delgada del martirio,

Y una voz le subió por la garganta

Como una abeja que abandona un lirio.

 

Y yo la amé de nuevo, resurrecta;

Su misma voz, su misma luz tenía,

Pero la Muerte la dejó perfecta

Con la blancura de morirse un día…

 

Murió de nuevo un día... Yo la amaba,

Mas sin remedio, se murió ese día…

—¡Vuelve, Rabino, ¡vuelve!... yo clamaba,

pero el Rabino rubio no volvía.

 

Pasó la niña veinte siglos muerta,

Murió Cafarnaúm de Palestina,

Y el alma mía, inútil y desierta,

Lloraba inmortal sobre la ruina.

 

¡Yo la amaba, la amaba!... Su blancura

la buscaba en la blanca nebulosa,

su cabellera entre la noche oscura

y en el poniente su color de rosa…

 

Y al fin la hallé... escondida entre los tules

De una puesta de sol, estaba Ella;

Su carne inmóvil entre dos azules

Inauguraba la primera estrella…

 

Y la encontré más blanca todavía,

Flotando en el azul, sin vestidura,

¡Qué blanca estaba así!... la niña mía

tras veinte siglos de blancura…

 

Clamé al amor entonces… Voces buenas

Dijeron a lo lejos: ¡Te he escuchado!

Clamé al eterno Amor… y a mi lado

La blanca niña era una nube apenas...

 

Llegó el amor. Los cielos fueron mudos,

Su leve paso silenció la esfera,

Llegó el eterno amor de pies desnudos,

Maduro el trigo de la cabellera…

 

No es muerta… ¡Duerme!... y le ordenó: ¡Levanta!

Y ella se alzó, delgada del martirio,

Y una voz le subió por la garganta

Como una abeja que abandona un lirio.

 

Y ha vuelto a mí… su cabellera oscura,

Su misma voz…



pero en la mano fría

Con veinte siglos de amasar blancura

Persiste el miedo de morirse un día...

(Andrés Eloy Blanco)

 

miércoles, 16 de junio de 2021

CURACIONES MILAGROSAS DE JESÚS

 


LAS CURACIONES MILAGROSAS DE JESÚS



 

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

 Las curaciones milagrosas de Jesús inspiraron la actividad médica durante la Edad Media. Jesús curó gente con dolores y tormentos de distinta naturaleza. Trató a los endemoniados, epilépticos, paralíticos y leprosos . Con sólo colocar su mano aliviaba una fiebre como sucedió en la casa de Pedro: uno de sus discípulos, vio a la suegra de éste acostada y enferma con fiebre, rozó su mano, y la fiebre desapareció.

 

En Nazareth le trajeron a un paralítico acostado en una cama, procedió Jesús a decirle: “levántate toma tu cama y vete a tu casa”.

Una mujer que tenía doce años padeciendo flujo de sangre, vino por detrás y tocó el fleco de su prenda de vestir, ¡porque decía para sí “si solo toco su prenda de vestir recobraré la salud!”.  Jesús se volvió y al observarla dijo: “Ten ánimo hija, tu fe te ha devuelto la salud”. La mujer dejó de sangrar. También resucitó a muertos como en el caso de la hija de Jairo y de Lázaro.

 Dos ciegos le siguieron pidiendo que los sanara, entonces les tocó los ojos y dijo: “Según su fe, sucédales” y sus ojos recibieron la vista.  Un hombre con la mano seca se le acercó, entonces dijo al hombre: “Extiende tu mano”.  Y la mano sanó.  

Hizo que ciego y mudo hablara y recuperara la vista.

En Galilea se le acercaron grandes muchedumbres, teniendo consigo personas que eran cojas, mancas, ciegas, mudas y muchas en otras condiciones y casi se le tiraron a los pies, y él los curó a todos.

En Jericó, dos ciegos que estaban sentados junto al camino clamaron y le pidieron misericordia. Jesús les tocó los ojos y ellos recobraron la vista. 

 

 

Jesús otorgó a los doce discípulos poder y autoridad sobre todos y para curar enfermedades les envió a predicar y hacer curaciones. Partiendo entonces, ellos recorrieron el territorio de aldea en aldea, declarando buenas y ejecutando curaciones por todas partes.

 Jesús no hizo discriminaciones a la hora de tratar a los enfermos. Esa manera humanitaria y caritativa de relacionarles con las personas cuya salud era afectada por una enfermedad influirá grandemente en el futuro desarrollo de la medicina. Por último, es necesario resaltar que las curaciones de Jesús encuentran sus explicaciones en la psiconeuroendocrinoinmunología.

 

(Fuente: Manual de Historia de la Medicina.)

 

 







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GUÍA DE LA BIBLIA. ASIMOV